Por Omar Zevallos – Publicado en El Búho el 16 de Julio del 2013
Finalmente y como quien no quiere la cosa, la fiscal María del Rosario Lozada formalizó ante el despacho del juez de Investigación Preparatoria de Chivay, Giancarlo Torreblanca, su requerimiento de sobreseimiento (archivo) de la denuncia contra Rosario Ponce López. Sin mucho aspaviento y con poco interés por la prensa carroñera, esa misma que se cebó con el caso despedazándolo hasta dejar de interesarse por completo; pues ya no es “noticia” que archiven el caso, total, ya vendieron suficientes periódicos e hicieron altos puntos de rating que se tradujeron en dinero para dichas empresas periodísticas.
Ni el tercer guante, ni el empujón, ni un tercer hombre que tomó las fotos, nada de nada; simplemente, todo cayó como un frágil castillo de naipes que no tenía ni la más mínima base medianamente sólida como para sostener ese tinglado de especulaciones sin pruebas.
Dos años de titulares, de insultos, de acusaciones contra Rosario Ponce, estirando la novela hasta agotar las palabras y destruyendo una vida, tan solo por haber cometido el error de aventurarse por un camino extraño, sin tener la preparación y el equipo necesario. Dos jóvenes llevados por el ímpetu y las ganas de aventurarse, decidieron cruzar el nevado Bomboya y se perdieron. Uno de ellos, perdió la vida, lamentablemente, al desbarrancarse en uno de los escarpados precipicios de la zona. Ella decidió regresar y consiguió sobrevivir. Esa historia sola, es una exquisita crónica de sobrevivencia; pero no fue así, más pudo el morbo y el deseo de encontrar un indicio que apunte al asesinato, que encontrar las verdaderas pruebas de esa especulación.
Y un personaje clave, el padre del malogrado joven, el Dr. Ciro Castillo que inicialmente se mostró como el “padre coraje” que no desmayaba en su deseo de encontrar a su hijo y que fue reivindicado y elevado a las alturas por la prensa y la televisión, hasta que empezó a caminar por un sendero retorcido que lo llevó al paroxismo y al deseo irreprimible de encontrar un culpable, o una culpable, en este caso, convirtiéndose en fiscal, juez y verdugo de la ex enamorada de su hijo; sin pruebas serias, tan solo por su afán desmedido de aparecer en la prensa.
Ese deseo que finalmente quizá tenía escondido un origen, planificar su futuro político, analizar las propuestas de algunos particos políticos y pensar en lanzar su candidatura a algún cargo público que le siga dando notoriedad; hasta se habló de la posibilidad de candidatear al sillón municipal de Arequipa. Una novela de terror que cierra su último capítulo y que debiera servir de lección para una sociedad que se deja influir por quienes sólo buscan saciar sus intereses.